Vivimos una pandemia de miopía galopante: ¿qué consecuencias puede tener?

17/07/2023

Vivimos una pandemia de miopía galopante: ¿qué consecuencias puede tener?

Manolito Gafotas, personaje literario de los años 90 creado por la escritora española Elvira Lindo, ya tenía entre sus tres mayores deseos poder ver ben sin las gafas odiaba tanto. Esta miopía es tan molesta para Manolito que se convirtió en una de las grandes pandemias del siglo XXI. Pero si los niños siempre han tenido gafas, ¿estás seguro de que ahora son más miopes?

Volvamos la vista a casos de cien cien años atrás, la era en la que nuestros abuelos y bisabuelos eran pequeños. En 1928 se publicó en la revista Boletín de Salud Pública un trabajo de varios investigadores en el que se demostró que sólo el 3,8% de los niños entre 6 y 14 años en Estados Unidos eran miopes. En cambio, el 21,6% de ellos sufre hipermetropía. Casos cincuenta años después, en los años 70, la prevalencia de miopía en personas de 12 a 17 años era del 25% ya principios de este siglo, en casos del 34%.

Si vivimos en países asiáticos, el crecimiento es más alarmante, ya que en muchos países de esta región las porciones superan el 80% de la población infantil y adolescente. En España, un reciente estudio realizado por AMIRES (Asociación de Miopía Magna con Retinopatías) mostró cómo se triplica el número de niños con miopía entre segundo y primario sexo. Y la estimación es que en 2050 la milicia de la población mundial es miope.

Cambios en el estilo de vida: una posible explicación

Algo ha cambiado desde que hay una señal para que la prevalencia dé un salto tan impactante. La relación entre la miopía y la genética es evidente: es mucho más fácil vivirla si nuestros padres la padecen. Mayor peso tiene esta predisposición genética cuando la miopía es mayor (si es mayor de 5-6 dioptrías si se considera magna o patológica).

Esto no se ha modificado, pero tiene, y básicamente, nuestros hábitos: la distancia a la que enfocamos la vista a lo largo del día. Nuestros abuelos y bisabuelos pasaron mucho tiempo mirando de lejos. No tienen facilidad para poder estudiar y, por supuesto, destinan sus horas de ocio a jugar en la calle, donde todo está lejos (piensen que, en términos ópticos, seis metros es el infinito).

Es cierto que los niños de las últimas décadas del siglo XX invertían mucho tiempo en el estudio, pero seguían dedicando su ocio a realizar actividades al aire libre. Y en el siglo XXI ya pasan la mayor parte del día con el objetivo de buscar, tanto para estudiar como para jugar.

Por ejemplo, siguiendo un metaanálisis de 2021, mirar mi vista muchas horas en las pantallas de los móviles o tablets aumentaría un 30% el riesgo de padecer miopía en personas de 3 meses a 33 años. Porcentaje se dispararía hasta el 80 % cuando se añade el uso excesivo de ordenadores.

Pero no culpamos a la radiación de las pantallas en el error de culparla, hasta la distancia a la que se utilizan estos dispositivos. En cierto modo, para los amantes de la antropología, quizás solo externa ante una adaptación del ser humano al medio. La vida ahora se vive de cerca.

Consecuencias (graves) de la miopía

Pero, ¿dónde más están las dioptrías que se me quedan en el ojo si voy a solucionar con unas gafas o unas lentillas? Ningún resultado tan sencillo. Aunque en la mayoría de los casos la miopía es un defecto no patológico de la visión, cuando progresa en exceso puede contener patologías asociadas como pérdida de retina, maculopatías miópicas, alteraciones del nervio óptico o glaucoma. Estas enfermedades aparecerán sobre todo durante la edad adulta, con la consecuencia de ello para los casos más graves.

No podemos olvidar que la miopía patológica está en la cabeza de los dolores en los afiliados a la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE). Además, la cortesía de la vista tiene efectos intangibles en la calidad de vida como la dependencia de la corrección óptica y las limitaciones profesionales o deportivas, que se acentúan a medida que avanza la distorsión.

¿Que podemos hacer?

En la última década se han desarrollado diversas intervenciones terapéuticas para minimizar el crecimiento de la miopía en la infancia. Actualmente existen fármacos como la atropina, que se administran en forma de gotas; lentes de contacto de uso nocturno –como ortoqueratología– y diurno –como lentes de desenfoque periférico–; incluyendo gafas con lentes oftálmicas que han demostrado su eficacia.

La evidencia científica indica que todas estas intervenciones presentan una reducción del aumento de la miopía entre un 35% y un 60%. Su eficacia está probada, pero nadie sabe con certeza el mecanismo de acción por el cual disminuye el crecimiento del ojo, razón de la progresión del defecto visual.

En cualquier caso, las revisiones con profesionales como oftalmólogos y ópticos-optometristas son fundamentales en la infancia para poder tratar la miopía de forma adecuada y lo antes posible.

Quizás el Manolito Gafotas adulto de la serie 2023 sería más miope que un niño real, ya que este se beneficiaría de algunos de los tratamientos antes mencionados. Y aunque en 2050 seguiría formando parte de la mitad miope de la humanidad, probablemente sufriría menos de lo que podría provocarme complicaciones oculares a causa de este fenómeno imparable de nuestro tiempo.

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