Trastorno afectivo estacional: cuando la tristeza por el acortamiento de los días se convierte en un problema psicológico

31/10/2022

Trastorno afectivo estacional: cuando la tristeza por el acortamiento de los días se convierte en un problema psicológico

Seguramente conoce a alguien que, año tras año, en cuanto llega el otoño y los días se hacen más cortos, comienza a desanimarse. O tal vez le suceda a usted. Es totalmente normal, es decir el cambio estacional implica también alteraciones en nuestro organismo.

En la mayoría de los casos no supone un problema, pero un porcentaje no desdeñable de la población sufre el llamado trastorno afectivo estacional (TAE). Esto ya son palabras mayores, ya que implica un diagnóstico clínico. En los casos mas leves tambien se conoce como melancolía de inviernoque podría traducirse como “tristeza de invierno” y si se considera un subsíndrome.

Pero ¿qué es exactamente el TAE? ¿Te mantiene tratado? ¿Si se puede prevenir? Veamos qué dice la ciencia sobre esto.

¿Cuándo podemos saber si padecemos TAE?

El TAE implica alteraciones en el estado de ánimo que aparecen en un período determinado del año (generalmente durante el otoño-invierno), y que remiten también en un momento específico, que suele ser la primavera.

Por tanto, los episodios afectivos estacionales similares si pueden dar también en otro tipo de trastornos, sus síntomas más frecuentes son los de una depresión. Los afectados suelen experimentar estado de ánimo bajo, hipersomnia –exceso de somnolencia– y aumento del apetito.

Si estimamos que este problema puede afectar al 10% de la población, hay que decir que varía entre estudios, países (parece que la incidencia es sensiblemente mayor en EE UU que en Europa) y en función de los criterios diagnósticos empleados. Lo que sí está claro es que las mujeres tienen más papeletas para sufrarlo.

¿Por qué se produce?

Todavía no tenemos una respuesta única a esta pregunta, pero una de las principales hipótesis nace precisamente en la estacionalidad del trastorno. El TAE es un patrón rítmico, ya que aparece a intervalos regulares marcados por el cambio de estación.

Dado que dicha estacionalidad es tanto un criterio indispensable para el diagnóstico como un desencadenante del problema, detengámonos un momento para examinar la influencia que tienen los cambios que se producen en nuestro entorno sobre nuestra salud.

La importancia de los ritmos biológicos

Los ritmos biológicos están muy presentes en la naturaleza y, por tanto, también en el ser humano. Si nos paramos a pensar encontraremos varios ejemplos de fenómenos rítmicos a nuestro alrededor (el intercambio entre el día y la noche o las mareas) y en nosotros mismos (la frecuencia cardíaca, la menstruación de las mujeres o el ritmo de sueño-eve).

Para mantener estas cadencias y estar sincronizados con nuestro entorno, contamos con sistemas que miden el paso del tiempo y se calibran mediante señales ambientales. La señal más importante para nosotros es el ciclo de luz-oscuridad, que sigue un ritmo circadiano (por ejemplo, un ciclo de 24 horas). Dichas pautas influyen en multitud de procesos, desde los momentos en que nos alimentamos o la hora idónea para tomar una medicación hasta, por supuesto, nuestra salud mental.

La falta de luz, serotonina y otros posibles desencadenantes

En lo que se refiere a la TAE, la evidencia apunta a la implicación de múltiples factores, tanto biológicos como psicológicos.

Como hemos dicho, el ciclo de luz-oscuridad es fundamental para nuestra especie y el mantenimiento de nuestra salud, incluida la mental. Por eso, una de las principales hipótesis sobre el TAE sostiene que ver con la exposición a la luminosidad.

Los cambios que se producen con la del otoño generan modificaciones en nuestros ritmos circadianos (incluyendo el ritmo de la secreción de melatonina) que, en personas con predisposición, provocarían sus cambios conductuales y en el estado de ánimo. De esta manera, la desincronización entre los ritmos circadianos internos y el aumento del ritmo de la pala TAE.

El hecho de que este trastorno sea más frecuente en lugares con menos luz y que comience típicamente en otoño, cuando la luz solar disminuya, apoyaría claramente esta hipótesis.

Otra teoría apunta a la disminución en la secreción de algunos neurotransmisores, las sustancias implicadas en la comunicación interna del cerebro. El más estudiado es serotonina, y se han encontrado niveles reducidos de esta sustancia durante los meses de otoño e invierno en las personas afectadas.

Finalmente, hay estudios que apuntan a que las personas con una sensibilidad baja de la retina a la luz, que alteraría el procesamiento correcto de la misma, tendrán más probabilidad de padecer TAE.

En cuanto a los factores psicológicos, estos no difieren prácticamente de aquellos que predisponen a padecer episodios depresivos no estacionales. Sin embargo, hechos como el que las personas con TAE realizan menos actividades placenteras durante el otoño e invierno podrían contribuir a mantener el trastorno.

Por otra parte, si ha apuntado a que los síntomas físicos del TAE, como la fatiga o el incremento de apetito o sueño, provocarían alteraciones afectivas y cognitivas en personas vulnerables.


Shutterstock/Smileus

prevencion y tratamiento

La evidencia apunta a que hasta un 70% de las personas diagnosticadas de TAE volverán a padecerlo al año siguiente. Por tanto, la prevención adquiere una relevancia especial. De todos modos, es importante dejar constancia de que no todas las personas que presentan alteraciones estacionales en su estado de ánimo tienen un trastorno y, por tanto, no aumentan el tratamiento.

Así, cuando estos cambios generan malestar pero no suponen un problema de salud, realizar cambios en nuestro estilo de vida que faciliten nuestra adaptación puede resultarnos de gran utilidad. Mantener una correcta higiene del sueño, evitar las pantallas en las horas previas a irnos a la cama, exponernos lo máximo posible a la luz natural, caminar al aire libre, tener una alimentación adecuada y fomentar unos hábitos sociales positivos nos ayudarán a ritjustros biológicos.

En el caso del TAE, da la importancia que tiene la luz en su aparencia, no es de extrañar que la terapia luminosa sea el tratamiento más utilizado; mientras que en el apartado farmacológico, hay estudios que avalan la eficacia de la melatonina y los antidepresivos.

Finalmente, la terapia psicológica también ha demostrado su utilidad. Su ventaja con respecto a las anteriores es que cuenta con un mayor potencial a la hora de prevenir episodios futuros.

Por tanto, este problema requiere tratamiento, y las personas que la padecen deben acudir a un equipo sanitario de referencia para que puedan determinar qué estrategia seguir en cada caso.

Data 24 Noticias

Diario online de noticias internacionales.https://data24noticias.com

Noticias relacionadas:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subir