¿Nuestro cerebro tiene un botón para deshacernos de la mala suerte?

01/12/2022

¿Nuestro cerebro tiene un botón para deshacernos de la mala suerte?

Hay años en que Ulises no guarda noticias. Pudo haber muerto en la guerra de Troya. Su hijo, Telémaco, visita a Menelao ya su mujer, Elena, en busca de información sobre su padre. Allí asiste a un banquete donde Menelao recupera las hazañas del rey de Itaca.

En ese momento, las ventas vienen con una profunda tristeza por grabarlas. Pero Elena ordena a los criados que sirvan nepenthes, la bebida del olvido. “Quien tome de esta bebida calmará todos sus dolencias y será incapaz de sentir tristeza, puesto que hace olvidar los recuerdos dolorosos”. Es entonces cuando la felicidad regresa a los allí presentes.

Así lo narra Homero en el canto IV de la Odisea. Pero, ¿qué tan fácil es sufrir una recuperación traumática? ¿Hay alguna evidencia científica que lo demuestre?

¿Por qué es fácil grabar lo malo?

Nuestra memoria recuerda muchas de las cosas que nos suceden durante el día, pero la mayoría se olvidan al olvidarlas. Sin embargo, tenemos cierta facilidad para observar las malas recuperaciones, a pesar de que no sea un proceso gratuito: nuestro sistema nervioso necesita modificar determinados circuitos neuronales, con la consiguiente síntesis de proteínas y gas de energía celular.

Curioso resultado: todo este esfuerzo por ver un disco que seguramente tengamos seguidores psicológicos y que, en el peor de los casos, nos acarree un trastorno de estrés postraumático. ¿Por qué?

Parte de la explicación se basa en el hecho de que estas experiencias negativas están fuertemente asociadas con las emociones. Nuestro cerebro clasifica y tiene registros en su función, considerando que las vinculadas a las emociones son útiles para nuestra supervivencia. Si pasamos mucho tiempo cruzando una zona peligrosa de nuestra ciudad, el cerebro nos almacena para que no queramos hacerlo.

La situación se complica cuando la experiencia es realmente traumática. En este caso, nuestro órgano pensante tiende a ocultar estas experiencias, pero las mira sin proceder. Como mecanismo de defensa rápido, esto es bueno. El problema es cuando, por lo que es, aparecen las cosas malas recuperadas. Una vez que el daño puede ser muy grande al tratar con experiencias que han sido archivadas sin cocinar.

Luz y sonido para eliminar experiencias traumáticas

La neurociencia parece haber encontrado algunas piezas del rompecabezas a las que podemos ayudar. Hasta el mas mínimo factor podría deempeñar un papel imposante a la hora de determiner si guardamos o borramos un recuerdo.

Por ejemplo, la luz, algo tan común y que nos afecta a todos, también a las moscas (Droshopila melanogaster), capaz de escuchar eventos traumáticos cuando se mantiene en la oscuridad. Y todo gracias a una proteína que actúa como moduladora de la memoria y que, y esta parte de nuestro interés, está muy conservada evolutivamente. O dicho en otras palabras, se halla presente en todos los animales, humanos incluidos. La explicación puede ser relativamente simple: la luz actúa como un modulador de las funciones cerebrales, incluido el mantenimiento de la memoria.

Los sonidos son otra pieza importante, especialmente cuando dormimos. El sueño es fundamental para el proceso de la memoria. Durante nuestro día nuestro cerebro instalarlo aplicaciones (recuerdos) y durante la noche actualizar. De esta forma, el recuerdo adquirido recibido se transformaría en un recuerdo amplio durante el descenso nocturno.

Siguiendo este razonamiento, también podemos hacer lo contrario: usar estimaciones, en este caso auditivo, para desinstalar experiencias negativas, como lo afirman investigadores de la Universidad de York (Inglaterra) en un estudio reciente.

En vista de este tipo de estudios que aún se encuentran en fase experimental, podrían ser de gran utilidad para desarrollar futuras terapias que permitan recuperaciones traumáticas debilitantes basadas en estímulos auditivos durante el sueño.

Farmacos prometedores

Algunos de vosotros os estaréis preguntando si en el futuro venderán bombillas o almohadillas de sonido que nos ayuden a evitar la mala suerte. No tenemos la respuesta, pero sí la evidencia científica de que algunos medicamentos existentes pueden contribuir a la acumulación de memoria traumática.

El propranolol, por ejemplo, es un fármaco utilizado para el tratamiento de la hipertensión arterial y que permite detectar traumas aprendidos en animales de experimentación. La clave podría estar en una proteína neuronal que determina si los registros tienen que cambiar o no. Si esta proteína se degrada, se modifican los registros, y si está presente, si se mantiene.

Un antiinflamatorio como escudo frente a recuperaciones intrusivas

Teniendo en cuenta que es un trabajo realizado en animales de experimentación, soy un excelente modelo para estudiar el sistema nervioso. El cerebro humano, por parecido que sea, es más completo. Vayamos, entonces, a él.

Las experiencias traumáticas son muy difíciles de olvidar y afectan gravemente a las personas que las sufren. Este mismo era el pensamiento de los investigadores del London University College que no habían publicado un estudio que describiera cómo la hidrocortisona -un fármaco antiinflamatorio utilizado habitualmente para el tratamiento de la artritis- podría favorecer el proceso de evitar la recuperación intrusiva si se administra tras un encuentro traumático. .

Curiosamente, el efecto fue distinto en mujeres y hombres, dependiendo del nivel de hormonas sexuales en su cuerpo. Por ejemplo, los varones con altos niveles de strógeno presentaron recuperaciones menos traumáticas. En las mujeres ocurre lo contrario: los altos niveles de estrógenos las hacen susceptibles a una mala recuperación del tratamiento con hidrocortisona. Esto demuestra que una droga mezclada puede tener efectos opuestos en una persona que en otra; de ahi la importancia de la investigacion con perspectiva de genero.

Actualmente, la hidrocortisona solo ha sido efectiva cuando se administra durante las horas inmediatamente posteriores al trauma o antes de dormir, cuando la recuperación está consolidada. No obstante, la ciencia sigue avanzando con la esperanza de acelerar el proceso natural del olvido y limitar en gran medida la angustia psicológica.

Es cierto que este tipo de estudio tiene algunas limitaciones, como que la forma de provocar estímulos traumáticos de forma experimental puede no reflejar la gravedad de las recuperaciones que se producen por una mala experiencia en la vida real. Ahora, abre nuevas puertas en el estudio de nuevos tratamientos para víctimas de estrés postraumático. Y en ocasiones, incluso, la posibilidad de librarse de la mala suerte que les impide emprender una vida normal.

No sabemos qué pasará en el futuro, pero si preguntas, te recomendamos ver ¡Olvídate de mí! (2004). Quizá encuentre alguna pista de lo que está por venir.

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