La fructosa: cuando la solución se convierte en problema

29/11/2022

La fructosa: cuando la solución se convierte en problema

Tanto los diabéticos como las personas que inician una dieta para adelgazar suelen ignorar el azúcar (sacarosa) y sustituirlo por fruta. Al contrario que la sacarosa, la fructosa no requiere insulina para ser incorporada a las células.

Por tanto, se ha generalizado la percepción de que la fructosa es "bastante más saludable" que la sacarosa, lo que ha favorecido el aumento de su consumo durante los últimos años incluso en pacientes sanos. Sin embargo, y aunque resulte paradójico, la fructosa no parece ser tan beneficiosa como se pensaba.

La obesidad nos desborda

Es evidente que el objetivo de reducir el consumo de azúcar está más que justificado. En las últimas décadas, la prevalencia de la obesidad y las alteraciones relacionadas se ha incrementado hasta un número muy elevado de cifras preocupantes y se espera que afecte a más de 1.000 millones de personas en 2030. Dependiendo del carácter multifactorial de la obesidad, los principales desencadenantes son los factores ambientales, como llevar un estilo de vida sedentario y patrones dietéticos inadecuados.

En concreto, uno de los patrones dietéticos más extendidos en las últimas décadas, y que se asocia a un mayor riesgo de desarrollar obesidad, es la dieta "occidental" u occidentalizada. Se caracteriza por ser muy energético, rico en azúcares libres y grasas saturadas, bajo en verduras y frutas y, en consecuencia, en fibra. El debate está en las alternativas.

La fructosa es el enemigo invisible

Dado que estos factores ambientales son controlables, las terapias convencionales frente a la obesidad se centran en restringir la ingesta energética (dietas hipocalóricas) y aumentar el consumo energético (actividad física). Este tipo de tratamiento también se recomienda para personas con diabetes tipo 2, ya que la mayoría de los diferentes tipos también son obesos.

Por ello, la sustitución de la sacarosa o azúcar por fructosa ha sido una práctica habitual en la dieta de las personas diabéticas. Esto se debe a que, por el contrario, la sacarosa, la fructosa, no requieren insulina para incorporarse a las células. Por ello, ha creado la percepción de que la fructosa es "más saludable" que la sacarosa, favoreciendo el aumento de su consumo en los últimos años.

Además, la industria alimentaria ha incorporado la fruta (en grandes cantidades) a una gran variedad de productos mediante edulcorantes como el jarabe de maíz.

Primera parada: higado

Pero, ¿realmente es tan saludable como el pintan? Para respondedores debemos tener en cuenta que, a través de su absorción intestinal, la fructosa se dirige al higado a través de la vena porta (la que transporta la sangre desde los intestinos, el estómago, el páncreas y la vena biliar hasta la colmena). Luego se metaboliza para ser utilizado como sustrato en varios procesos metabólicos. Este metabolismo (fosforilación) de la fructosa puede provocar el agotamiento de las reservas hepáticas libres de fosfato. Como consecuencia, además de aumentar la generación de purinas (base nitrogenada), puede redundar en una mayor producción de ácido úrico, que es un factor de éxito para el desarrollo del carrillo.

Además, el consumo crónico de fructosa provoca alteraciones en el metabolismo de los lípidos. Su incorporación y metabolismo en el higado produce un metabolito (malonil-CoA) que aumenta la síntesis de ácidos grasos. Además, inhibe la enzima encargada de introducir los ácidos grasos en la mitocondria para su oxidación (carnitina-palmitoiltransferasa-1a, CPT1a).

Como consecuencia del desajuste en la síntesis-oxidación de grasas, se favorece la acumulación de grasa en el higado, aumentando el riesgo de esteatosis (exceso de triglicéridos en el higado) y favoreciendo la secreción de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) a la circulación. Este mayor nivel de triglicéridos en sangre no solo aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular sino que, además, aumenta su disponibilidad para su incorporación al tejido adiposo visceral, es decir, en el abdomen y otros órganos. Todo ello se ha relacionado con inflamación crónica sistémica de bajo grado.

Abusar de la fructosa puede causar diabetes

Paradójicamente, la fructosa (en teoría la alternativa al azúcar de los diabéticos) se ha convertido en "la solución" al problema planteado. El consumo de este azúcar puede contribuir al desarrollo de resistencia a la insulina en pieles no diabéticas.

Se debe a que cuando un individuo obeso no diabético ingiere fructosa, sus niveles de una hormona llamada GLP-1 (hormona péptica similar al glucagón tipo 1) aumentan rápidamente y con el tiempo. Este aumento parece estar directamente relacionado con una mayor secreción de insulina del páncreas. Además, si el aumento de los niveles de GLP-1 se mantiene en el tiempo, también se mantiene la secreción de insulina. Como consecuencia, si se produce un estado de hiperinsulinemia que puede alterar la sensibilidad a la misma y dar lugar a un estado de resistencia a la insulina.

Por otro lado, la sobreproducción de ácido úrico en el hielo, resultante del alto consumo de fructosa, está relacionada con la resistencia a la insulina.

No todas las fructosas son iguales

Es necesario señalar que la fructosa, además de representar uno de los azúcares añadidos más consumidos, también está presente de forma natural en frutas y verduras. Si la estructura de la fructosa es la misma que en el alimento en el que se encuentra, la matriz alimentaria es el factor que determina su efecto fisiológico.

Mientras que las bebidas azucaradas contienen fruta libre y sin más nutrientes, las frutas y verduras conforman una matriz completa en la que incluyen fibra, micronutrientes (minerales y vitaminas) y otros componentes no nutritivos como los polifenoles relacionados con un mejor estado de salud.

Que todos estos compuestos acompañen a la fructosa hace que varíe su impacto metabólico, por ejemplo, ralentizando la absorción intestinal. Por tanto, más que el contenido de fruta que tiene una fruta (6 gramos en 100 gramos de plátano macho) en comparación con una bebida azucarada (6,3 gramos en 100 gramos de refresco de cola), lo importante es la matriz donde se incluye.

Por tanto, el consumo de frutas y verduras no se relaciona con los problemas metabólicos descritos anteriormente para el consumo de frutas libres añadidas. Muy por el contrario, se recomienda consumir fruta para gozar de buena salud.

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