Según datos del Instituto Nacional de Toxicología de los últimos cinco años, en una de cada tres agresiones sexuales en España, la víctima estaba bajo los efectos de la sumisión química.
Pero, ¿qué es exactamente la ingesta de productos químicos? Técnicamente se define como la administración de sustancias químicas con efectos psicoactivos a una persona, sin su consentimiento y sin su conocimiento, con el objeto de modificar su estado de conciencia, alterar su conducta o anular su voluntad, en general con el objeto de agredirlo
Hay dos formas activas y premeditadas de sumisión química. Conocida con el término anglosajón bebidas picantesla administración de drogas o sustancias químicas en la bebida, y la pinchazo de agujacuando las sustancias se administran por pinzamiento con aguja hipodérmica.
Sin embargo, también existe la forma oportunista, que se produce cuando el agresor prueba que su víctima tiene los efectos de alguna sustancia que consumió voluntariamente para agredirla.
Otro tipo común es la sumisión mixta, en la que la ingesta voluntaria de sustancias confluye con la administración encubierta.
Suele producir amnesia, alucinaciones y desinhibición
Las sustancias que se utilizan para realizar estos ataques suelen producirse de forma rápida y rápida, activándose en dosis bajas. Producen efectos poco característicos y favorables para el agresor, como amnesia de grado anterior (invirtiendo el diagnóstico y dificultando el testimonio), sedación, alucinaciones (posiblemente invalidando el testimonio de la víctima) y desinhibición (quienes pueden suponer una colaboración con la víctima). Se han descrito más de 30 sustancias involucradas en casos de estudio químico.
La preocupación es que se trata de una forma de agresión que puede pasar desapercibida para la víctima, para sus amigos e incluso para el personal sanitario que la realiza, debido al aumento en 2022 del número de agresiones que han tenido las mujeres en sus espacios de ocio. .
Si detecta solo la punta del iceberg
Pesando la reciente alarma social, existen pocos datos sobre la incidencia y prevalencia en España. De las 3.001 agresiones sexuales identificadas por el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses durante 2021, se realizaron 994 análisis por sospecha de sumisión química, con resultados positivos en el 72%. En el 92,4% de los casos, la víctima fue una mujer.
Sin duda, se les da subestimados por varias razones. Por otro lado, las víctimas no siempre son conscientes de lo que les sucedió. Y cuando lo son, las circunstancias a veces les ponen muy difícil realizar la denuncia.
Esto se combina con el hecho de que los análisis toxicológicos no siempre detectan las sustancias utilizadas debido a que se utilizan sustancias con tiempos de vida muy cortos y se administran en pequeñas cantidades. Incluso puede ocurrir que el agresor utilice sustancias que no sean detectadas con los sistemas de análisis toxicológicos habituales.
Un crimen tipico
En España, el tabaquismo químico constituye un delito propio de la Ley Orgánica 10/1995 del Código Penal y de la Ley Orgánica 10/2022 de Garantía Integral de la Libertad Sexual, de donde se introduce específicamente el tabaquismo químico como forma de agresión sexual.
Es una forma emergente de violencia contra la mujer, maltratada desde una perspectiva legal y sanitaria, pero que escapa de la salud pública. Por ello, son muy populares los estudios epidemiológicos que permiten conocer la dimensión del problema y sus consecuencias.
Actualmente existe un documento técnico para profesionales del Sistema Nacional de Salud, publicado por la Comisión contra la Violencia de Género del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, del que se desprende que solo diez Comunidades Autónomas cuentan con protocolos sanitarios de implantación previos a la sumisión química.
Parte de la cultura machista
La sumisión química es una forma de coaccionar la libertad de la mujer, por ser mujer. En el fondo está la mezcla que provoca cualquier otra agresión sexual machista: la cultura de la dominación, el poder y la anulación de la autonomía de la mujer, generando inseguridad en el espacio público. No es un problema aislado, ya que forma parte de la cultura machista y alberga conductas, actitudes y valores difíciles de erradicar, cuya trivialidad e impunidad conducen a la imitación y la legitimación de estos actos en otros grupos y espacios.
A menudo ante situaciones similares en contextos de ocio se ha mejorado la autoprevención y conductas de evitación. Estas recomendaciones se enfocan en acciones en las mujeres y no en los agresores, perpetuando la socialización de las mujeres en el campo, reivindicando sus libertades, e incluyendo la responsabilidad por estos hechos.
Resultado relevante para optar, en el marco de la Estrategia Estatal para combatir la violencia machista, por un paseo desde la salud pública que incluya:
Elaboración y puesta en marcha de protocolos de detección y atención sanitaria a la sumisión química en todas las comunidades autónomas ya nivel estatal, incluyendo la formación del personal sanitario y sociosanitario.
Protocolos de coordinación de todos los sectores implicados: sanitario, sociosanitario, policial, judicial, educativo y otros con formación de sus profesionales.
Diseño e implementación de registros de encuestas químicas para conocer y evaluar la situación y avanzar en su conocimiento y erradicación.
Campañas de prevención y sensibilización dirigidas a jóvenes y jóvenes así como al personal con responsabilidad en educación.
Fortalecer la coeducación para impulsar la igualdad y evitar comportamientos agresivos asociados a los roles masculinos y discursos terroríficos que conducen a la pérdida de libertades.
Los medios de comunicación también pueden sumarse a esta propuesta difundiendo información sobre qué es y cómo implementarlo antes de la presentación química. Además de procurar un adecuado tratamiento de la información sobre hechos de violencia machista, con una difusión de noticias que garanticen la objetividad informativa, la libertad y la dignidad de las mujeres víctimas de violencia. Los medios de comunicación deben servir como instrumento para denunciar las agresiones y sensibilizar a la sociedad sobre este problema social y contribuir a su erradicación.
Artículo escrito con el asesoramiento de la Sociedad Española de Epidemiología.
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